Dulce

Dulce

1 de febrero de 2010

Tras esos azulados soles

Cerró sus azulados ojos,
saboreando por ultima vez,
ese ansiado suspiro,
por esa vida que tanto amó.

Su acento entremezclado,
hacia patente que se encontraba,
en un mundo que no era su mundo,
su debilidad, su infancia,
se hallaba en otros pastos,
lejanos como olvidados,
amados como odiados.

Esos verdes pastos,
de la Sierra de Granada,
fueron testigos inevitables,
de su particular cabriteo,
de su pronta madurez,
de su soledad perpetua.

Sin previo aviso,
alcanzó por montera,
al testigo elocuente,
de la Cueva del Párpallo,
dejando sus pastos amados.

Y en en esa expiración,
adornada de espinas,
cuando  un torrencial,
invade nuestros rostros,
recordando una vez más,
la marcha inequívoca,
de esos azulados ojos.

4 comentarios:

Verónica dijo...

Ves lo que pasa cuando te leo??? se me enfria el cafe porque me quedo embobada... precioso post!!!

besotes de esta peke.

pd. te espero por mi rincon con tu taza de cafe caliente, siempre que quieras...

Paco Alonso dijo...

Excelente poema el que nos acercas, recuerdos plasmados en papel que dejan huellas en el tiempo.

Gracias por compartir.

Cálido abrazo.

Tanais dijo...

Muy bonito niña! le pongo hasta entonación peliculera y todo jejejeje

La Gata dijo...

Un poema precioso... es un placer leerte.

Besos