Dulce

Dulce

4 de febrero de 2010

Un pequeño retazo de Locura desenfrenada

Tras contemplar una vez más la rocambolesca lluvia chocando con cierta alevosía en  esos cristales agrietados, cerró los ojos, para volver a recordar pequeños retazos de su vida. Y ahí  fue cuando vio  todo cuanto vivió en antaño.

Enfundada en un uniforme mono color, cuya falda cuadriculada, le hacía dibujar una extraña cara de no gustarle mucho ese uniforme, se dio cuenta de que  no era la única, todo su alrededor se encontraba en la misma condición. Esbozando una última sonrisa a esa madre que tanto adoraba se adentró en aquel viejo edificio llamado " Sagrada Familia".

Corría un lejano 15 de Septiembre  de 1987, cuando sin previo aviso se vio embargada por sensaciones, experiencias y quebradreros de cabezas, desconocidos hasta entonces. Con cierta timidez y una sonrisa de oreja a oreja eligió un cómodo y escueto pupitre, cercano a esa profesora llamada " Rottenmeier", cuya gafas oscuras atemorizaban a todas esas cabriles siluetas que habitaban en esa clase de 1ªA.

Con el paso del tiempo, las amistades fueron llegando, como si de una ventisca agradable se tratará.  Por primera vez en su vida se dio cuenta que a pesar de no ser igual que las demás niñas, era igual que ellas pues disfrutaba y aprendía  de las lecciones de la vida  a golpe de porrazo con ese suelo engreído y soberbio.

Aprendió a saborear la vida, como si  de una exquisita fruta se tratará, tratándola con todo el mimo y atención posible.  Observó con  cierta tristeza la marcha de aquellas siluetas que se hacían llamar "amigas", por el mero hecho de ver la vida de otra manera, por la condición de esa marca inolvidable en su vida, aún así no desistió y se encontró siluetas merecedoras de todas las sonrisas habidas y por haber.

Al son de "Una canción de despedida", se movía como pez de agua, por todas las situaciones, sin faltarle sus inconfundibles compañeros de viaje, llamados " Espontaneidad", " Sinceridad", con un pequeña pizca de locura en cada acto de su vida.

Se enfrentó con cierta "timidez" aquellas siluetas que le cantaban que no llegaría lejos por su condición "imposibilitada", demostrándole una detrás de otra que " El hábito no hace al monje" y haciéndoles ver que todos de cierta manera eran "imposibilitados" por carecer de esa pequeña pero necesaria humildad en su vida.



La verdadera humildad consiste en estar satisfecho.

Henri Frédéric Amiel



4 comentarios:

Winnie dijo...

Me has dejado un cierto sabor a tristeza...besos

Nunca dejes de sonreir dijo...

Mmm, no era mi intención, eh!..., supongo que será este lluvioso día....;

Un besazo, peke!

Paco Alonso dijo...

Excelente forma de sentir y escribir como tú lo haces.
Es siempre un enorme placer acercarse a visitar tu espacio.

Gracias por compartir.

Cálido abrazo.

Anónimo dijo...

Espontaneidad... sinceridad... locura... y una inmensa belleza. Eso eres tú. Gracias.