Un nuevo pase

Llegaste a mi vida como un aire rejuvenecedor y fortaleciente, devolviendo la confianza en todo espectro caballeril a esta silueta cabril. Con paciencia y esmero viste alcanzado la meta de tener en tus brazos a esa silueta cabril, en definitiva a tenerme en tus brazos.

Me enseñaste de nuevo a  disfrutar de cada momento e instante de igual manera que te mostraba otros instantes desconocidos para ti. La distancia no nos importaba,intentábamos pensar lo menos posible en esos Km señalados con alquitrán en la carretera y con fuego en nuestro corazón. 

Pasaba el tiempo y con él, nosotros, a medida que un nuevo día se añadía a nuestra vida, más nos conocíamos, mas nos entendíamos e incluso más nos queríamos. 

Y fue cuando llegó el momento de consolidar esa unión,  de comprobar una vez más la magnitud de la fuerza de nuestra unión, cuando un sinsabor grotesco y amargo hizo de la suyas, anteponiendo intereses oportunistas e interesados, tras conversaciones sin término y cruces de palabras mayores y menores, decidimos añadir una nueva etapa a nuestra vida, compramos lo que en un futuro sería tu casa, mi casa, nuestra casa.

Y ahí estábamos expectantes, como niños con su juguete nuevo, pasábamos horas muertas en ese viejo sillón verde mientras nuestras miradas se perdían en esa pared cuyo color blanco era marfil. Poco a poco con constancia y esmero la pusimos al gusto tuyo, mio, nuestro, dando pequeñas vetas particulares a cada recoveco de la casa. Y como niños que éramos decidimos dar el paso para poder compartir para toda la vida ese recoveco dueño indiscutible de nuestro ser.

Sin embargo, desde ese momento algo no iba bien, me querías, te quería, nos queríamos, pero no querías nada  que viniera de mí, no querías mi gente, mis amistades ni mucho menos esos pequeños soles llamados "animales domésticos", sin embargo intentaste inculcarme que debía y tenía que adorar y venerar no solo a tus soles particulares si no a todo lo que de ti viniera, olvidando y tapandome con una venda su origen de procedencia.

Quise enseñarte que no podías obligar a nadie a una cosa, que para ti no querías, pero lejos de poder dialogar y llegar a un punto de entendimiento, te cerraste en banda, asegurando y perjurando que me querías con todo tu corazón, pero que era eso o  nada.

Tras semanas enteras sin poder cruzar palabra alguna sin palabras malsonantes y grotescas de por medio, llegué a la extrema pero oportuna conclusión, de que a lo mejor nuestro destino no era estar juntos,de que a  lo mejor todo lo que sucedía a nuestro alrededor era una señal clarividente de  que cada uno a nuestra manera debíamos seguir nuestro camino.

Te lo comuniqué sutil y delicadamente por ese pequeño y llamativo interfono, cuya sintonía respondía a teléfono, ya que te negabas venir a esa casa que una vez hicimos nuestra, no querías verme, pero deseabas con todo tu corazón que fuera a verte aún nevando, produciendo que las ruedas de mi bólido se deslizarán de un lado para otro perdiendo todo el control posible.

No conseguiste tu propósito, no, solo por una vez, no conseguiste que me deslizara por las frías y nevadas carreteras Granada-Málaga y como premio de consolación o castigo apareciste una noche primaveral a la hora de cenicienta de la mano de esa mujer que tú llamabas madre.

Mientras mi sorpresa crecía por momentos, intenté razonar contigo, aclarándote que la relación era de dos y no de cuatro o seis, pero como de costumbre o era eso o  nada, así que cansada de una pelea constante y diaria puse punto y final a todos esos momentos de antaño.

Y es  ahora con unas copas de más, cuando me aventuro a escribir unas últimas lineas a  ese hombre que una vez me cautivó y  enamoró:

Gracias por cada momento e instante a tu lado, por que gracias a ello no solo te conocí a ti si no que tuve la oportunidad de conocer cada recoveco de mi inexplorada vida.