Cierro los ojos y te dibujo sigilosamente sentado en tu mesa de despacho, rodeado de papeles y más papeles, una ráfaga viene a mi mente y te vuelvo a dibujar con un puro " Don Julian" en tus asperos labios. Me muevo de un lado a otro y veo tu sombra tristemente ensombrecida por cada rincón que recorro. No quiero reconocer que por más que te dibuje o busque un sombra, nunca volverás a ser más que una sombra.
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